En cuanto llegó al campamento no dejó de mirarme; y él no pasó desapercibido para mí. Alto, delgado, simpático; con un aire sexy en su forma de ser, pulcro en su manera de proceder. Conversas, paseos, exposiciones y momentos gratuitos, y su mirada. El ambiente era armonioso: árboles, agua y fuego, estábamos acampados a la orilla de un río. Y sin mucho preámbulo, la noche cayó.
El decidió dormir en la misma tienda que yo. También dormir al lado mío [por supuesto que no puse ningún obstáculo a tales propósitos]. Me desvestí y me dispuse a entrar en mi bolsa de dormir, pero por una y otra razón, la abrimos (cual edredón) y nos tapamos.
No recuerdo la hora, sólo la sensación de su mano [áspera y suave a la vez] tocando mi vientre lentamente. Su respiración entrecortada [húmeda y seca a la vez] en mi oído. Su cuerpo [seguro y tímido a la vez] acercándose al mío. Su mano traviesa recorría todo mi cuerpo, y se detenía justo sobre mi sexo, lo cual me excitó y me dispuso a dar rienda suelta a mis instintos básicos.
Lentamente, sin prisa, con susurros y jadeos disimulados, lo sentí dentro de mí. Cuando el ansia fue saciada, nos miramos fijamente. Estaba contento, y yo también. Nos besamos en silencio, suave, jugando con nuestras lenguas, también traviesas.
Al día siguiente, su mirada era cómplice, plácida y juguetona. Todo era prometedor… pero los cuentos de hada son eso, cuentos. Al llegar a nuestro destino, nos despedimos cortésmente. Me dijo que me llamaría y que seguiríamos en contacto.
No fue así.
El decidió dormir en la misma tienda que yo. También dormir al lado mío [por supuesto que no puse ningún obstáculo a tales propósitos]. Me desvestí y me dispuse a entrar en mi bolsa de dormir, pero por una y otra razón, la abrimos (cual edredón) y nos tapamos.
No recuerdo la hora, sólo la sensación de su mano [áspera y suave a la vez] tocando mi vientre lentamente. Su respiración entrecortada [húmeda y seca a la vez] en mi oído. Su cuerpo [seguro y tímido a la vez] acercándose al mío. Su mano traviesa recorría todo mi cuerpo, y se detenía justo sobre mi sexo, lo cual me excitó y me dispuso a dar rienda suelta a mis instintos básicos.
Lentamente, sin prisa, con susurros y jadeos disimulados, lo sentí dentro de mí. Cuando el ansia fue saciada, nos miramos fijamente. Estaba contento, y yo también. Nos besamos en silencio, suave, jugando con nuestras lenguas, también traviesas.
Al día siguiente, su mirada era cómplice, plácida y juguetona. Todo era prometedor… pero los cuentos de hada son eso, cuentos. Al llegar a nuestro destino, nos despedimos cortésmente. Me dijo que me llamaría y que seguiríamos en contacto.
No fue así.
6 comentarios:
Cuando se escriben versos entre sábanas con lenguapluma y cuerpopapel utilizando todas las letras del deseo el corazón -inevitablemente- siempre espera una llamada...
Un roce y un vuelo. Sensaciones que se graban. Lástima que se desvanezcan con la ausencia.
Un gusto leerte.
Un abrazo!
NOOOOOO a la homosexualidad
Fuera maricones de internet
lilyth: es cierto lo que dices, lo perfecto es que esa llamada llegue, pero tanto se espera que ya uno se acostumbra a buscar otros números.
jj: tienes razón, a veces todo es tan efímero... quizás por eso haya que disfrutarlo ;)
yo y yo de nuevo: X)
Como que esperar esa llamada deja a uno con la sensacion de saciar en otros besos el deseo.
Unos se van otros llegan.
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