jueves, noviembre 29

heterocurioso

La idea era conocer y experimentar una sensación nueva y diferente: estar con alguien de su mismo sexo en la cama. Eso fue en lo que se quedó cuando, después de una interesante conversa, caímos en el tema tu-curiosidad-sexual, sin querer queriendo.

Quedamos en día, hora y lugar. Algunas consideraciones necesarias también fueron hechas (discreción, puesto que tiene novia formal; protección, nunca por demás; y comunicación, para saber que la cosa es en serio) y nos despedimos lo más amigablemente posible, esperando el momento.

Él era algo atractivo: cuerpo grueso formado, piel canela, ojos grandes negros, pelo semi ondulado que le caía por la frente, y esa expresión de hombre pícaro que me provocó ese conocido cosquilleo calentón. No era un espécimen descartable, por eso decidí ser parte del experimento…y porque también quería probar-lo.

Llegado el día, ambos estábamos allí (hombres de palabra!). Nos desvestimos cada uno por su lado, y nos recostamos en la cama (también, cada uno en su lado) mirándonos y esperando a que la “inspiración” pueda llegar a nuestras entrepiernas. Hasta que decidí dar el primer paso. Toqué, palpé, manoseé, recorrí, hurgué, moví, ronroneé, y casi extirpo el tronco de raíz para ver si lograba que el muerto resucite. No fue posible.

Me puso algunas excusas, me habló de hacer tríos y cuartetos, mencionó que tuvo sexo días anteriores [exitosos, me imagino], y que no se explicaba por qué aquello no funcionaba. Mientras lo hacía me vestí, y le dije que lo hiciera también.


Basta!, le dije, cuando intentaba darme la decimonovena excusa de la noche. Basta! me dije yo mismo. No quiero saber más de heterocuriosos que no levanten el listón cuando es necesario.


Y me fui.

domingo, noviembre 25

dando vueltas

Dando vueltas por la fiesta, me percaté que había alguien especial que captó mi entera atención. Fue ahí donde empecé a observarlo, y de paso, captar su interés. Con una copa de vino y una buena conversación, no fue muy complicado.

Nos dimos cuenta de que todo había fluido tan bien, que sólo dejamos de conversar cuando nos vimos solos, con música suave de fondo, y una semiluz intimidante en algún lugar particular [ciertamente para mí iba a ser la noche perfecta]. Inicio de algo? (me pregunté)

Poco a poco la conversación se hizo más íntima y cercana [incluida la cercanía física, inevitable, por cierto], y lentamente, al calor de las palabras y las proposiciones (cada vez más fogosas) las prendas cayeron una a una y el eros se empezó a pasear por nuestras pieles, sin temor ni recato.

Manos iban, manos venían, besos se repartían por todo lado y de toda forma Sin embargo, lo que prometía ser lo más exitoso en cuestión sexual, comenzó a ser una batalla corporal por ver quién hacía de activo. Ninguno daba el paso final (tan importante!) que todo pasivo espera. [Pues sí, él también era pasivo].

Buen cuerpo, atlético y cuidado, cabello negro y rizado, piel blanca y ojos negros (plus: buen artefacto, dicho de paso), era el ideal. Pero bueno, al parecer eso de que nada es perfecto, es una verdad palpable justo cuando menos se quiere que lo sea.

Sólo cuando se fue [vestido y alborotado] hice un repaso somero de nuestra conversación: nunca nos hicimos la pregunta de rigor, la que aclara roles y posiciones (y también satisfacciones). Y eso de que a buen entendedor pocas palabras (en este caso, contactos) no funcionó.

A buenas preguntas, menos sorpresas.

martes, noviembre 20

sexuaciones

En cuanto llegó al campamento no dejó de mirarme; y él no pasó desapercibido para mí. Alto, delgado, simpático; con un aire sexy en su forma de ser, pulcro en su manera de proceder. Conversas, paseos, exposiciones y momentos gratuitos, y su mirada. El ambiente era armonioso: árboles, agua y fuego, estábamos acampados a la orilla de un río. Y sin mucho preámbulo, la noche cayó.

El decidió dormir en la misma tienda que yo. También dormir al lado mío [por supuesto que no puse ningún obstáculo a tales propósitos]. Me desvestí y me dispuse a entrar en mi bolsa de dormir, pero por una y otra razón, la abrimos (cual edredón) y nos tapamos.

No recuerdo la hora, sólo la sensación de su mano [áspera y suave a la vez] tocando mi vientre lentamente. Su respiración entrecortada [húmeda y seca a la vez] en mi oído. Su cuerpo [seguro y tímido a la vez] acercándose al mío. Su mano traviesa recorría todo mi cuerpo, y se detenía justo sobre mi sexo, lo cual me excitó y me dispuso a dar rienda suelta a mis instintos básicos.

Lentamente, sin prisa, con susurros y jadeos disimulados, lo sentí dentro de mí. Cuando el ansia fue saciada, nos miramos fijamente. Estaba contento, y yo también. Nos besamos en silencio, suave, jugando con nuestras lenguas, también traviesas.

Al día siguiente, su mirada era cómplice, plácida y juguetona. Todo era prometedor… pero los cuentos de hada son eso, cuentos. Al llegar a nuestro destino, nos despedimos cortésmente. Me dijo que me llamaría y que seguiríamos en contacto.

No fue así.

sábado, noviembre 17

cien por ciento

Me dijo que era 100% activo, que le gustaban las mujeres y que "estar" con un hombre era como una distracción más. Ése fue el discurso previo.

Con todo, el espécimen no estaba mal: joven, blanco, guapo, algo rubio y algo pasado de peso; traía una cara de lascivia inconfundible [me sentí intimidado por esa onda expansiva de excitación]. Al principio estábamos tímidos, él por mi y yo por su discurso. Pero en cuanto, desnudos, empezamos a tocarnos, la timidez dio paso a la osadía… y de ahí a todo lo demás.

Aunque un poco apresurado, su desempeño como activo no dejó nada que desear. Y a más profundidad, más placer, eso era evidente en su rostro, en la presión de sus manos, en sus palabras sueltas y en la firmeza de su artilugio. Disfrutamos, en demasía.

Tuvimos dos encuentros más (ya me dirán si lo de “estar” con chicos era mera “distracción”). El segundo como el primero; pero el tercero fue diferente.

Luego de someros toqueteos y revuelques creativos, me dijo que quería hacer de pasivo [dónde se fue el 100% activo!?]. Echando mano de mi tolerancia y recurriendo a mi acaloramiento, cedí. Intentamos una y otra vez, pero ciertamente no logré sostener el aliento, y todo se cayó, fatalmente. Nos vestimos, conversamos, fumamos un cigarro, y nos despedimos.

Sé que no lo volveré a ver.

miércoles, noviembre 14

humedad exquisita

12.30 de la noche.

Dijo que vendría en 10 minutos, puesto que no estaba muy lejos de donde estaba yo, esperándolo, después de una breve charla por chat [una puesta común de deseos y atributos, un quedar de acuerdo en lo que se pretende y un prometedor encuentro casual que sea divertido y placentero].

Era evidentemente menor. Un cuerpo normal, un chico normal. Saludo de rigor, nerviosismo, algunas palabras, y la pregunta ¿vamos? La respuesta: positivo.

Después de silencios entrecortados, miradas curiosas, sonrisas nerviosas se acerca y me roza con su piel, suave y caliente. Y su aliento, limpio [menos mal] me anima a dar el primer beso. Lento [no me lo esperaba]. Y a paso lento (como el beso) y firme (como estaba el “instrumento”) comienza el juego. Todo se desprende y nos vemos desnudos. Fue maravilloso… gran activo, buen desempeño, excelentes besos.

Más allá de la mera penetración, nos perdimos en el mar húmedo, exquisito,de los besos. Quién no los disfruta?

4.30 de la mañana… algún rato nos volveremos a ver. Lo sé.

domingo, noviembre 11

sexo casual

Miles de exigencias para poder tener sexo casual.

Si eres activo, pues que seas lindo, y muy varonil... inclusive velludo y dotado! Ahora, si eres pasivo, ni qué digamos, entonces las exigencias se vuelven más estrictas: lindo, menor de veintitantos años, discreto, varonil y que sepa hacer sexo oral con condón. Si hasta parece que el sexo casual deba venir con menú incluido, y sus respectivas variaciones.

El mundo se ha vuelto peligroso, sin duda. Y el miedo a todo se nos ha hecho el pan de cada día. Entiendo que hay que cuidarse y protegerse, como parte de una sana [e higiénica] autoestima, y que la exigencia ha de ser sexo casual = sexo seguro. Pero de ahí a tener que ser Justin Timberlake o una versión estilizada de El Puma, me parece el colmo.

Ni monstruos ni dioses griegos. Normalidad! Solo sexo casual, no propuestas de matrimonio...

empiezo

Mundo líquido... flexible. Donde me acomodo y me expando; donde me muevo y me hundo; donde busco y encuentro.

Aquí empiezo mi diario, no íntimo ni público... quizás más bien un itinerario de idas y venidas, encantos y desencantos, experiencias y vivencias. Un repaso, y apuntes de mis tentaciones líquidas, esas infaltables, casi cotidianas, que humedecen nuestro diario vivir. Mi diario vivir.

Sexo, sencaciones, placeres, intimidades, posibilidades... amo todo eso. Me gusta sentir con mi cuerpo, palpar tocar, humedecer y humedecerme; envolverme y que me envuelvan. Lo duro, lo áspero, no blando, lo liso, lo cóncavo, lo convexo, las entradas y los entrantes.

Sí, puede ser que sea fijado. Pero quién no? A quien no le gusta el sexo? Quién no disfruta del sexo? Mis preguntas no son justificativas, son simplemente complementos.

Empiezo, y espero no terminar.