La idea era conocer y experimentar una sensación nueva y diferente: estar con alguien de su mismo sexo en la cama. Eso fue en lo que se quedó cuando, después de una interesante conversa, caímos en el tema tu-curiosidad-sexual, sin querer queriendo.
Quedamos en día, hora y lugar. Algunas consideraciones necesarias también fueron hechas (discreción, puesto que tiene novia formal; protección, nunca por demás; y comunicación, para saber que la cosa es en serio) y nos despedimos lo más amigablemente posible, esperando el momento.
Él era algo atractivo: cuerpo grueso formado, piel canela, ojos grandes negros, pelo semi ondulado que le caía por la frente, y esa expresión de hombre pícaro que me provocó ese conocido cosquilleo calentón. No era un espécimen descartable, por eso decidí ser parte del experimento…y porque también quería probar-lo.
Llegado el día, ambos estábamos allí (hombres de palabra!). Nos desvestimos cada uno por su lado, y nos recostamos en la cama (también, cada uno en su lado) mirándonos y esperando a que la “inspiración” pueda llegar a nuestras entrepiernas. Hasta que decidí dar el primer paso. Toqué, palpé, manoseé, recorrí, hurgué, moví, ronroneé, y casi extirpo el tronco de raíz para ver si lograba que el muerto resucite. No fue posible.
Me puso algunas excusas, me habló de hacer tríos y cuartetos, mencionó que tuvo sexo días anteriores [exitosos, me imagino], y que no se explicaba por qué aquello no funcionaba. Mientras lo hacía me vestí, y le dije que lo hiciera también.
Quedamos en día, hora y lugar. Algunas consideraciones necesarias también fueron hechas (discreción, puesto que tiene novia formal; protección, nunca por demás; y comunicación, para saber que la cosa es en serio) y nos despedimos lo más amigablemente posible, esperando el momento.
Él era algo atractivo: cuerpo grueso formado, piel canela, ojos grandes negros, pelo semi ondulado que le caía por la frente, y esa expresión de hombre pícaro que me provocó ese conocido cosquilleo calentón. No era un espécimen descartable, por eso decidí ser parte del experimento…y porque también quería probar-lo.
Llegado el día, ambos estábamos allí (hombres de palabra!). Nos desvestimos cada uno por su lado, y nos recostamos en la cama (también, cada uno en su lado) mirándonos y esperando a que la “inspiración” pueda llegar a nuestras entrepiernas. Hasta que decidí dar el primer paso. Toqué, palpé, manoseé, recorrí, hurgué, moví, ronroneé, y casi extirpo el tronco de raíz para ver si lograba que el muerto resucite. No fue posible.
Me puso algunas excusas, me habló de hacer tríos y cuartetos, mencionó que tuvo sexo días anteriores [exitosos, me imagino], y que no se explicaba por qué aquello no funcionaba. Mientras lo hacía me vestí, y le dije que lo hiciera también.
Basta!, le dije, cuando intentaba darme la decimonovena excusa de la noche. Basta! me dije yo mismo. No quiero saber más de heterocuriosos que no levanten el listón cuando es necesario.
Y me fui.